Un buen ejercicio: la próxima vez que vayas caminando por la calle –especialmente en el tenor de esta temporada soleada– regálale una sonrisa a una persona desconocida –puede ser a una chica linda, a un vagabundo o alguien totalmente al azar. Puedes variar los términos de la sonrisa, jugar con la comunicación no-verbal… (escapar de la red estructuralista)… los matices de lo imprevisto. Esto, científicos sociales han notado, es una forma de diseminar bienestar por el mundo.
Psicólogos de la Universidad de Purdue realizaron un experimento dentro de su campus para medir los efectos de una sonrisa. 239 estudiantes participaron en un estudio en el que se cruzaron, sin saber que estaban siendo examinados, con personas que los recibieron con una sonrisa o los ignoraron notoriamente.
Después de este encuentro, los participantes fueron abordados por otra persona que les pidió que llenaran un sondeo para medir su sentimiento de “conexión social”. Se divideron los grupos en tres: aquellos que fueron ignorados, aquellos que recibieron una sonrisa desconocida y aquellos que no se encontraron a ningún extraño participante.
Los resultados mostraron que el grupo al que se le sonrío reportó un índice más alto de conexión social o pertenencia; los que fueron ignorados conspicuamente reportaron una disociación mayor; aquellos que no recibieron ningún gesto exhibieron una conexión social intermedia.
La reflexión de los investigadores apunta a que el sentimiento de no-pertenencia y de soledad no sólo es psicológico; estudios muestran una correlación entre la soledad y un sistema inmunológico débil. Teorizan que el cuerpo manifiesta esta vejación como respuesta evolutiva que motiva a buscar la compañía de los demás –herencia de que durante buena parte de nuestra historia, para sobrevivir, era necesario pertenecer a un grupo.
Con tan sólo una sonrisa puedes mejorar el sistema inmunológico de una persona, además de propiciar un círculo virtuoso de situaciones: la coincidencia de tu sonrisa podría detonar un estado emocional positivo que se traduzca, a su vez, en un acto sustancial o transformador. Un ejemplo general, una persona que recibió dicha sonrisa–que es finalmente una señal de aprobación– tiene una mayor probabilidad de, al encontrarse con otra persona, estar en un estado de empatía y confianza el cual le permiría elevar el estado de ánimo de otra persona, tal vez alguien enfermo. O quizás la confianza le permita aceracrse a otra persona e inicar una relación energéticamente fluida y sanadora.
En su libro Vagabundos del Dharma, Jack Kerouac recomienda realizar “actos aleatorios de caridad”, en sintonía con una especie de anarquía budista. Estas sonrisas califican ciertamente dentro de esta categoría. Más que el cálculo kármico, la motivación lúdica de salirse de la solemnidad programada y de la indiferencia. Un proverbio japonés dice: “somos estúpidos bailemos o no, así que mejor bailemos” –lo mismo aplica para la sonrisa.
Fuente: PijamaSurf
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